Jamás pensé que esta sería mi elección. Pensé en el perro, amigo fiel; demasiado típico tópico. Nunca me gustaron los gatos, pero sí volar, así que quizás un halcón; aunque la discreción a veces es un don, y puestos a elegir, por qué no un colibrí...
Pero ¿qué hago yo moviendo tan airadamente las alas, más de 5000 veces al minuto?
¿Y un Gran Blanco? El gran tiburón, el rey del mar...Así al menos no viviría con el miedo a morir ahogado, no tendría nada que temer siempre y cuando no me acercase por aguas asiáticas...Mmm, pero no...Si no me gusta el miedo, menos aún atemorizar...
Jamás pensé que esta sería mi elección, lo cierto es que no. Pero al final me acordé del escarabajo de playa...
Qué vida tan nimia, tan nómada y a la vez sedentaria...Qué día a día tan desértico y a la vez tan marinado...
Es cierto que es una elección atrevida, arriesgada...Un bichito que engendra a tantas y tantos, repugnancia, desdén, antipatía, como poco odiosa ignorancia...Para los indiferentes, ese insecto no es más que una abominación...El fruto de una noche de pasión entre una cucaracha de Chernobyl y un trozo de hulla, y no precisamente carbón del dulce, sino la más negra de las antracitas, una que en un suspiro, de negra que era se tragó varias estrellas y...¡Ah! Por eso yo elegí el escarabajo de playa...
En eso no repararon muchos...Es negro, redondo, y con un brillo carbónico, sí, pero a mí ese brillo casi nacarado me embriaga, me trae cosas de más lejos, no sé si será porque los observo en todo ese contexto tutamkámico...Ese rastro en la arena dorada...Tamaña habilidad para sepultarse lejos del sol, del bullicio, del repudio, y aún cuando no lo hace...Esa coraza tan crujiente como elegante...
Es entonces cuando yo anhelo (qué bonito eso del anhelo; dice el diccionario que es un deseo vehemente, y que lo vehemente, es lo ardiente y lleno de pasión...) salvarlo de su condición de saharaui ermitaño, y lo enjuago entre el cariño de mis manos secas del estío, y él casi con prisa se deja querer, y se presta a cosquillear mis dedos, falange a falange con sus espuelas delicadas, y yo, como un niño, le doy un remojón de oro solar, y le doy nombre.
Porque al escarabajo de playa se le pone nombre... Y seguidamente lo recuestas en el lecho, dejas que contrasten con el pelo de tu toalla y que juegue a huir, y huya...
Elegí el escarabajo, porque no nada, no corre, no bucea, casi no se atreve a volar, y sin embargo es el grillito que siempre quisiste enjaular sin éxito, un grillo voyeur, tan pequeño y con ojos tan negros que podría mirar con descaro, turbado y más turbado, sin decoro alguno, y aún encima lo dejarías pasear sobre tí, y lo bautizarías. Y él como mi historia, a lo largo del verano podría tener otros tantos romances zoofílicos, y decir que hubo amor, en la arena, en la orilla, a la luz del día, o a la de la luna. Pocos pueden decir eso...
Qué locura...! Por eso si fuese algún animal, sería un escarabajo de playa. Por eso, de mayor quiero ser tenebriónido...
Astra las estrellas astrománticos!
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